Padre, en el eco de tus manos, 
se oculta el fuego que ilumina mi camino.
Tu sombra es mi forma y mi destino,
tus brazos son mi abrigo en los desengaños.
En cada gesto, en cada paso,
siento tu fuerza y tu aliento,
y en el silencio de tus labios,
oigo la voz del amor eterno.

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